Paso cerca de una tienda de cafes y el aroma tostado que sale de ella me avisa
"oye, que estoy aquí, no me buscabas pero me has encontrado, recógeme, no me dejes perdido entre todos los demás, si me escoges a mí, te regalaré gratas sensaciones, te daré siempre los buenos días cargados de fuerza, te arroparé en el frío de la siesta y te acompañaré a la cama por la noche para que tengas cálidos y divertidos sueños"
Y yo, cómo voy a resistirme, entro en la tienda y me llevo un paquete de café keniano molido especialmente para cafetera de goteo.
Al llegar a una pequeña vinería de la Cava Baja de Madrid donde he quedado con unos amigos para charlar y reirnos al ritmo de unas cañas bien tiradas, una de las botellas de la barra gira su etiqueta hacia mí llamando mi atención sobre su atractivo diseño y su apariencia de renombre; no sé cómo, el caldo de su interior penetra a través de mi olfato, y me susurra
"me deseas, sabes que te voy a sorprender cuando me huelas de cerca, cuando creas tocar mi afrutado cuerpo a través del cristal, cuando me mezas para observar la transparencia de mi gradiente y cuando por fin acaricie tu boca, sabrás aprovechar de mí toda la riqueza con la que he sido preparado; y si tomas lo que te ofrezco sin engañarme después con algún otro espirituoso de dudosas intenciones, yo entonces te lo agradeceré dejando que tus mejores pensamientos inunden tus palabras, te envolveré con un embriagador abrazo, coloreando con mi calor tus sonrientes mejillas, y disfrutando contigo de estos grandes momentos de felicidad sin obligaciones"
Está bien, no tienes que insistir tanto, hoy te prefiero a tí, pero no te tomes a mal que otro día me quede con las refrescantes y ligeras rubias, que hay momentos para todo.
Al salir de las cajas de un centro comercial, veo que un montón de libros se han apilado ordenadamente para conseguir alzar triunfante a uno de ellos, el que se ha colocado en la cumbre de tan sabia pirámide. Me acerco a él, y leo el mensaje que esconde entre las letras de sus sedosas páginas:
"por fin nos conocemos, llevo algún tiempo buscándote, te he perseguido por librerías y almacenes, pero la agresiva competencia que sufro siempre consigue empujarme al fondo de las estanterías, donde un libro delgadito como yo ya puede considerarse exiliado; hoy estos buenos amigos que me han elevado hasta tu vista, me están dando probablemente la única oportunidad de mi vida, tú sabrás leerme y entender mis juegos de palabras, y seguro que tienes un minúsculo espacio en tus estanterías donde yo pueda sentirme cómodo y tú me encuentres siempre que quieras"
Muy bien, yo te haré un huequito en mi casa, y trataré de encontrar lo mejor que escondes entre tus renglones, no puedo decepcionar a tus numerosos e ilustrados amigos que tanta molestia se están tomando por tí.
Tenía la noche libre, sin planes, y no me apetecía quedarme en casa ¿qué podré ver en el cine?; en la larga lista de la programación encontré títulos vacíos, otros llenos de estupidez, otros tras los cuales no hay más que la típica película sin imaginación y con actores guapos guapísimos sin más. Un título, por el que he pasado de largo al no parecerme en absoluto interesante me grita ofendido
"eh tú, no deseches tan rápido la idea, ni siquiera me conoces, ni te han hablado de mí ¿qué te dice que no te valgo?; ya, yo no tengo buena fotogradía, ni famosos actores ni glamurosas actrices, mi banda sonora no la firma ningún músico famoso de Hollywood, ni me han ayudado con una poderosa campaña de marketing, pero tengo algo muy interesante que contarte, te voy a hablar de soledad, de fracaso, de apuros y de desamores, pero tras todo esto voy a mostrarte el valor de una verdadera amistad envuelta en originales escenas cómicas y drámaticas embotelladas en un Pinaud del 61, te voy a hablar de una buena persona a la que a fuerza de ser buena, la vida finalmente le sonreirá, y te apuesto el precio de las entradas a que no te defraudaré".
A estas palabras, que me sonaron a crítica de verdad ajena a los índices de taquilla, hay que hacerles caso, al fin y al cabo, más sabrá ella de sí misma que yo, que no había oído hablar de "Entre Copas" nunca.
Volví a casa, preparé la cafetera con esa especialidad de Kenia que había comprado por la mañana, todavía con el gusto a buen vino que me había dejado la acertada película en la boca y me dispuse a leer un ratito el libro recién adquirido antes de ir a la cama.