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Rincones

Rincones De vez en cuando, encuentro rincones curiosos, objetos que permanecen en el tiempo con toda su personalidad entre otro montón de cosas con las que no guardan ninguna relación.
Estaba entrando el tren a Madrid, por las vías que parecen esquivar las grandes y acristaladas torres de oficinas de Méndez Álvaro, el luminoso y ostentoso centro comercial, la estación de autobuses, la congestionada M-30, los altos bloques de viviendas y algunas que otras naves y talleres.
Allí la encontré: abriéndose un íntimo espacio entre todas esas prepotentes edificaciones. Era una sencilla casita con tejado a dos aguas; tejas de color teja, como deben ser; paredes de ladrillos todos distintos unos de otros creando una original y heterogénea textura en el muro; una sencilla puerta de entrada desde una calle que no era calle ni jardín, era tierra; una balconada que recorría los pocos metros de fachada y a la que se asomaban cuatro ventanas con persianas de madera; unas cuerdas de tender la ropa se extendían a lo largo de esa balconada, sosteniendo únicamente prendas de tonos rojos.
Pensé ¿será que vive tanta gente en esa pequeña casita, que tienen prendas suficientes de color rojo entre todos como para hacer una colada completa? ¿será que quien vive allí ha trabajado durante estas fiestas de Papá Noel en alguno de esos agobiantes centros comerciales?
No sé cómo será la vida en esa casita, no sé cómo serán sus habitantes, pero sí sé que esa casa mostraba un extraño orgullo. Ella, insignificante, permanece allí con el paso del tiempo.

Y que sea mucho tiempo, se lo merece.

8 comentarios

debo -

hola niñaaa.. la verdad esuqe yo m he dado cuenta de cosas asi.. cosas que en el conjunto de todoa la ciudad parecen insignificantes.. pero si las miras por separado del resto parecen grandiosas...

besos!

Enelcamino -

Me encanta descubrir rincones así y yo también me imagino historias.
A veces vivimos tan rápido que no tenemos tiempo ni de reparar en esos detalles.
Vamos con los ojos abiertos pero sin ver.
Besos

AZUL de blancos -

Poledra, es cierto, todavía le doy vueltas a cómo será quien habite esa casa, y lo de la ropa roja; puede que la historia sea tan insulsa como que alguien ha preparado así la fachada para hacer un foto o una peli, o algún reportaje de supermodelos mezclándose con el mundo terrenal. Puede que sea así de triste, pero también puede que esa casa pertenezca a un apellido desde hace muchos años, y que en su interior viva una familia numerosa, con sus problemas, sus alegrias, sus particularidades ...
Un beso

AZUL de blancos -

¿sabes Magda?, sólo vi la casita durante un par de segundos, la velocidad del tren no me permitió más, pero en tan poquito tiempo, me cautivó su sencillez y a la vez originalidad.

AZUL de blancos -

Gracias Sergi, muchas de las palabras que recibo en este blog me empujan a seguir escribiendo todas esas cositas "insignificantes" que encuentro cada día (desde luego las de tu comentario no son como las que describes aumadas, huecas, altivas o necias).
Un beso muy agradecido.

Magda -

¿Sabes? creo que sentiste cosas tan lindas por esa casa y sus habitantes porque estoy segura que tu corazón pudo ver que dentro de esa casa está un hogar...

Un beso.

Poledra -

No, a mi también me encanta. Te hace imaginar la vida de sus habitantes, parece tener personalidad e historia propias.

Un abrazo!!

Sergi -

No quiero pensar que tu "post" de hoy sea como esa casita, o bueno, mejor sí, sí lo pienso, un texto pequeño y discreto entre torres acristaladas (y ahumadas) que no dejan ver el interior, altivas y necias, torres de palabras que nos inundan por todas partes, palabras y atalayas huecas.

Y ahí tu pequeña casita de tejas azules y ropa azul, cobalto, azul seco, azul lavanda, azul primera cita, azul jersey viejo...

En fin, espero que no sea sólo porque yo también he entrado en Madrid por esas vías tantas veces, por lo que me ha gustado tu casita de hoy.

Un abrazo.