El secreto del ojo de la cerradura
Cada tarde, al hacer su ronda de limpieza por la escuela, Damián se sentía irresistiblemente atraido por ese agujerito en la puerta de la sala de danza clásica, su ventana secreta por la que cada día contemplaba La Belleza con mayúsculas.
Se sentía avergonzado por someter a la preciosa bailarina entre todas su compañeras a ese irrespetuoso espionaje, pero no podía evitarlo, era su oxígeno de cada día. No podía permitirse perder la oportunidad de disfurtar con la visión de algo tan sutil, elegante, minúsculo y a la vez tan grande como ella, con su tutú azul, sus puntas azules, su cuerpo azul y sus medias azules, todo azul, del azul más bello y ligero que había visto nunca.
La piel de los brazos y del cuello era la única que quedaba al descubierto, tenía un aspecto natural, ligeramente bronceada, comenzaba el baile seca y tersa e iba adquiriendo ligeros brillos y mayor tensión a medida que la clase avanzaba; tenía el poder de inmovilizarle durante cortas horas agachado frente a la puerta, apoyada la frente sobre el frío cerrojo.
Sus brazos acompañaban a cada compás de la música, describiendo perfectos y equilibrados movimientos que marcaban sus muñecas, sus codos, esos hombros fuertes y a la vez delicados; movimientos que parecían gobernar los cinco dedos de cada mano, separándose y juntándose, estirándose y curvándose, dirigiendo el conjunto como lo hace la batuta de un director de orquesta, al son del violín que tocaba cada día la ayudante de la profesora.
Su cuerpo danzando le hipnotizaba de tal manera que ni siquiera había reparado en su cara, no sabía si era guapa o no, si tenía una cara sin personalidad o pletórica de ella. No necesitaba conocerla, no precisaba hablar con ella, sabía que ese encuentro sería un auténtico desastre y echaría por tierra todo lo que ella era para él desde que la vió por primera vez. La perdería, y entonces dejaría de ser su secreto, su preciado secreto tras el ojo de la cerradura.
Imagen: Bailarinas de azul, de Edgar Degas
Se sentía avergonzado por someter a la preciosa bailarina entre todas su compañeras a ese irrespetuoso espionaje, pero no podía evitarlo, era su oxígeno de cada día. No podía permitirse perder la oportunidad de disfurtar con la visión de algo tan sutil, elegante, minúsculo y a la vez tan grande como ella, con su tutú azul, sus puntas azules, su cuerpo azul y sus medias azules, todo azul, del azul más bello y ligero que había visto nunca.
La piel de los brazos y del cuello era la única que quedaba al descubierto, tenía un aspecto natural, ligeramente bronceada, comenzaba el baile seca y tersa e iba adquiriendo ligeros brillos y mayor tensión a medida que la clase avanzaba; tenía el poder de inmovilizarle durante cortas horas agachado frente a la puerta, apoyada la frente sobre el frío cerrojo.
Sus brazos acompañaban a cada compás de la música, describiendo perfectos y equilibrados movimientos que marcaban sus muñecas, sus codos, esos hombros fuertes y a la vez delicados; movimientos que parecían gobernar los cinco dedos de cada mano, separándose y juntándose, estirándose y curvándose, dirigiendo el conjunto como lo hace la batuta de un director de orquesta, al son del violín que tocaba cada día la ayudante de la profesora.
Su cuerpo danzando le hipnotizaba de tal manera que ni siquiera había reparado en su cara, no sabía si era guapa o no, si tenía una cara sin personalidad o pletórica de ella. No necesitaba conocerla, no precisaba hablar con ella, sabía que ese encuentro sería un auténtico desastre y echaría por tierra todo lo que ella era para él desde que la vió por primera vez. La perdería, y entonces dejaría de ser su secreto, su preciado secreto tras el ojo de la cerradura.
Imagen: Bailarinas de azul, de Edgar Degas
13 comentarios
LLuvia -
debo -
Corazòn... -
Sin tu permiso me he permitido echar un ojito pero no por la cerradura de tu blog :) pues la puerta estaba abierta y me he colado ;)
Dejame confesarte que me has hecho recordar, cuando de pequeña iba al salón de junto y por la pequeña cerradura, miraba si había llegado Fernando el niño de mis ojos :))
Un saludo!
;o)
AZUL de Blancos -
gracias por sus elogios, de tan encantadores, me aturden.
No deje de visitar esta indiscreta cerradura.
Poledra,
si ha sido así, he conseguido mi objetivo.
Besos
DuNa,
encantada de recibirte en mi humilde blog, me alegra que te guste.
Pitijopo,
la cerradura está siempre abierta, invitando a todos a cotillear lo que hay detrás.
Besos.
pitijopo -
DuNa -
Y un precioso blog. Me encanta el azul!
Un saludo desde la arena
Poledra -
Un besazo.
Srta. Soga -
Me ha gustado mucho.
Squig.
AZUL de Blancos -
Otros saludos ;)
AZUL de Blancos -
Un beso
mICrO -
Mas saludos.
mICrO -
Cuando encuentras que hay en el mundo que hay gente con esa sensibilidad y ese brillo para saber plasmarla, te sientes afortunados de que el destino las pusiera en tu camino.
Saludos :)
mirada -
Secretos de enorme belleza..
Preciosa manera de admirar.
Besos