La vida de una piedra
Él sabía lo que tenía que encontrar, sólo necesitaba quitar toda la materia que cubría ese rostro que tan bien conocía.
Como un excavador de tesoros, comenzó a eliminar lascas de la parte inferior de la roca, y así fueron apareciendo sus pies descalzos, recibiendo las cosquillas del final de su falda.
Fue subiendo, profundizando más en el inanimado bloque de granito hasta conseguir estrechar un cordón a su cintura, y fue meticuloso limpiando los restos que entropecían las hebras de aquél cordón.
Con fuerza y suavidad limpió los pliegues de su blusa, dejando ver la seda de la que estaba compuesta. Dejó que los codos asomaran y elevaran hacia el rostro, aún sin descubrir, las pequeñas manos al final de unos estilizados y ligeros brazos. Tras aquellas manos entrelazadas que rozarían la barbilla, tenía que encontrar el cuello, un cuello levantado sobre unas clavículas que sólo podían resumirse en delicadeza.
Limpió hasta conseguir la suavidad que él recordaba en esa piel, y su tersa prolongación hacia la mandíbula, los tímidos labios, las mejillas aterciopeladas, la nariz larga de la que ella tanto se había quejado. Dedicó especial interés a dejar bien limpia la expresión de sus ojos, sus grandes pupilas rodeadas del azul del mar, la firmeza de unas cejas que jamás dejaron duda de la franqueza de su mirada.
Liberó el resto de la cabeza de todo el material adherido a ella, fragmento tras fragmento, hasta que su cabello recogido dejó caer un par de mechones como cuando el viento del norte desmontaba su peinado. Aparecieron también bajo esos kilos de piedra las pequeñas orejas que le habían enloquecido, y de ellas colgaban unos pequeños pendientes de malaquita que él recordaba ver oscilando con cada uno de sus diminutos movimientos.
-Lucía, amor, espero que ahora te sientas mejor, sin toda esa piedra sin sentido escondiéndote del mundo. Yo sí te veo mejor, ahora puedo de nuevo cobijarme en tu mirada.
Imagen: fotografía de Jennifer Bowles
Como un excavador de tesoros, comenzó a eliminar lascas de la parte inferior de la roca, y así fueron apareciendo sus pies descalzos, recibiendo las cosquillas del final de su falda.
Fue subiendo, profundizando más en el inanimado bloque de granito hasta conseguir estrechar un cordón a su cintura, y fue meticuloso limpiando los restos que entropecían las hebras de aquél cordón.
Con fuerza y suavidad limpió los pliegues de su blusa, dejando ver la seda de la que estaba compuesta. Dejó que los codos asomaran y elevaran hacia el rostro, aún sin descubrir, las pequeñas manos al final de unos estilizados y ligeros brazos. Tras aquellas manos entrelazadas que rozarían la barbilla, tenía que encontrar el cuello, un cuello levantado sobre unas clavículas que sólo podían resumirse en delicadeza.
Limpió hasta conseguir la suavidad que él recordaba en esa piel, y su tersa prolongación hacia la mandíbula, los tímidos labios, las mejillas aterciopeladas, la nariz larga de la que ella tanto se había quejado. Dedicó especial interés a dejar bien limpia la expresión de sus ojos, sus grandes pupilas rodeadas del azul del mar, la firmeza de unas cejas que jamás dejaron duda de la franqueza de su mirada.
Liberó el resto de la cabeza de todo el material adherido a ella, fragmento tras fragmento, hasta que su cabello recogido dejó caer un par de mechones como cuando el viento del norte desmontaba su peinado. Aparecieron también bajo esos kilos de piedra las pequeñas orejas que le habían enloquecido, y de ellas colgaban unos pequeños pendientes de malaquita que él recordaba ver oscilando con cada uno de sus diminutos movimientos.
-Lucía, amor, espero que ahora te sientas mejor, sin toda esa piedra sin sentido escondiéndote del mundo. Yo sí te veo mejor, ahora puedo de nuevo cobijarme en tu mirada.
Imagen: fotografía de Jennifer Bowles
15 comentarios
white -
Saluditos
AZUL de Blancos -
¡cómo me alegra que sigas pasando por aquí!, aunque yo no esté actualizando el blog todo lo que debería :(
¡Un beso!
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Juanito,
pobrecito tu pc, cuidalo que no recaiga ;-)
¡bah!, no hagas caso de lo de pulirte ... eso lo decimos todas ;-P
Un beso, y otro para tu escultora :-)
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Yulius,
desde luego serán más cálidas ;-P
Bienvenido, pasaré por tu blog :-)
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Brisa,
... ¿y sacar lo mejor de nosotros mismos? ... pues sí, tienes razón Brisa.
Un beso
Brisa -
Precioso Azul, gracias !
Besos
Yulius -
Besos de lava.
Juanito -
Por fin tengo pc otra vez. Ha estado pachuchito el pobre.
Leyendo lo de la piedra y el escultor me suena a lo que mi pareja dice de mí y que su trabajo le ha costado pulirme... o que lo parezca... (lo peor es que lleva razón jeje).
Buen post.
Mua
Ligusilla -
Besazos
AZUL de Blancos -
a mí también fue esa mirada la que me cautivó, me encantó la foto en cuanto la ví. Un besito.
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Trini,
ya sabes, puede estar en todas partes :-)
Un beso.
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lokura,
espero que haya s tenido felices sueños entonces.
Un beso.
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Wally,
¿tú crees?, es curioso, porque mientras lo escribía me parecía que lo estaba recargando mucho de adjetivos, quise obviarlos a propósito.
Gracias, otra vez has conseguido subirme los colores :-).
Un beso.
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Wally Week -
Te voy a explicar por qué me ha gustado. Has demostrado que:
- La belleza se puede escribir sin cargarla de adjetivos.
- Se puede crear poesía sin partirla en versos para que quede más "profundo".
- La sencillez es pureza. Transmitir sentimientos sin recurrir a metáforas rebuscadas y figuras estilísticas es arte.
Eres, y créeme que lo digo con sinceridad, una escritora maravillosa. Enhorabuena, Azul.
lokura -
Trini -
El amor y sus multiples variantes.
Besos mil
LLuvia -
Azúllllll, buen fin de.... besos
AZUL de Blancos -
gracias y buen fin de semana a tí también. Un besito.
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toshiro,
qué bonito, toshiro. Un beso.
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bikerin,
cuento, cuento, pero la escritora no tiene mérito alguno, es de la foto que le ha ido contando lo que tenía que escribir ;-)
Un beso.
bikerin -
Igual que preciosa es el resultado de la labor de la escritora, que es capaz de seleccionar las teclas, para narrarnos este cuento... ¿o verdad? :-)
Un abrazo, Azul
toshiro -
Abrazos
almena -
Es una gozada de post, azul.
Buen fin de semana