
Juan vivía en este lugar desde poco después de las navidades del año 99, cuando su único hijo aceptó un trabajo que le obligó a cambiar su residencia a otro país y otro continente, y él se quedó en casa, sólo acompañado por su diabetes y el aparatito de emergencias que llevaba colgado al cuello por si algún día tenía que darle al botón. Su hijo le convenció de que aquella residencia era el mejor lugar para él, que estaría bien cuidado y conocería nuevos amigos, y aunque Juan no quería mudarse a ese lugar, lo hizo porque en caso contrario sería un estorbo para su hijo, que tendría que estar llamándole a diario para asegurarse de que estuviera bien.
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