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azuldeblancos

1930

1930 Observé a mi prometida mirar con mucha cautela, tratando de ocultar tamaño descarado interés, a un hombre de anchas espaldas que vestía un elegante traje negro perfectamente hecho a su medida, el cabello negro se mantenía fijado y brillante gracias a la gomina, calzaba relucientes botines, en una mano sostenía un sombrero negro y en la otra una pipa que humeaba un, debo decir, agradable olor a tabaco humedecido con whisky.

Antes de nada, disculpen mi mala educación, soy Jaime de Alvear y Escalada, hijo del Barón Jaime de Alvear Ardavín y de la Baronesa Mª Eugenia Escalada de Alvear. He pensado que debía presentarme, ya que les voy a relatar las que fueron las últimas horas de mi vida.

Era la noche en que anunciábamos nuestro compromiso en sociedad, la cálida y estrellada noche del 27 de mayo de 1930. Mis padres habían invitado a los más importantes personajes de la sociedad española. El resto de los invitados eran miembros de nuestras amplísimas familias, algunos otros de esa otra "gran familia" que dirige y posee en un 89% mi apellido paterno, los más altos cargos del gobierno del país, y algunos hombres de negocios de gran influencia. En resumen, todos los invitados mantenían una cínica relación simbiótica entre sí, y alguna que otra que rayaba el parasitismo.

Yo había elegido a Violeta entre varias candidatas propuestas por mi familia; era bella, correcta, inteligente y, me quería, no tanto como yo a ella, pero lo suficiente para hacerme un hombre feliz la larga vida que me suponía por delante. Sus orígenes eran de lo más adecuados (de otra forma nunca hubiera estado entre las posibles), su salud era de hierro y tenía la edad perfecta para asegurarme una descendencia numerosa.
- Querida, acompáñame, quiero presentarte a alguien.- Le dije mientras cogía delicadamente su mano, que ya lucía el valioso anillo de platino y diamantes perteneciente a los Alvear desde generaciones.
Realmente no pretendía presentarle a nadie, pero era imprescindible disuadirla de su actitud. -¿quién es ese caballero tan apuesto, querida? Tus miradas hacia él me están poniendo en evidencia.- Ella me miró de forma extraña; sus ojos mostraban miedo a la vez que trataban de convencerme de una inocencia aún no atacada por ninguna acusación firme. Dudó unos segundos antes de contestarme -no sé a quién te refieres, sólo estoy tratando de ser amable con todos los invitados, intento ser una buena anfitriona.- Sonrió y me besó en la mejilla, ella sabía que el suave roce de su cara siempre me desarmaba. Soltó mi mano y se dirigió hacia un corrillo de invitadas entre las que estaba su hermana Sabela y sus primas.

Las dejé hablando y riendo con la intención de acercarme a por una copa de martini que me relajara los nervios, pero entonces apareció ante mí aquel misterioso caballero.
- Buenas noches, y enhorabuena debo decir. Me presentaré. Soy Alfonso Copello de Ángula y estoy aquí en calidad de escolta de su prometida.- Me tendió la mano para que le correspondiera con el consiguiente saludo, pero no pude más que, sin inmutarme, preguntarle porqué mi prometida necesitaba que alguien la escoltara.
- Le ruego no comente nada, ni siquiera ella lo sabe, aunque mucho me temo que empieza a sospechar algo. Trabajo a las órdenes de su padre, Don Nicolás de la Cierva. He creído conveniente notificárselo a usted, como su futuro esposo, y así pedirle la máxima colaboración.
- Sr. Copello, no ha contestado usted a mi pregunta. ¿Qué amenaza a mi preciosa prometida para que un desconocido como usted deba prestarle escolta?- Le interrumpí antes de que las riendas de la conversación las llevara aquel caballero de arrogante apariencia.
- Le comprendo, le comprendo. Estará usted algo sorprendido por la noticia, en una noche como ésta. Verá, Don Nicolás teme que algo pueda suceder a su pequeña.
- ¡Pues dígale a Don Nicolás que ya no es su pequeña, ahora es mi prometida y yo soy quien decide si alguien debe cuidar de ella aparte de un servidor!, ¿entendido?
- No se enoje, Sr. Alvear, y será mejor que asuma esto como un problema de altísima importancia y mantenga la máxima precaución respecto a la Srta. Violeta. Verá, la familia de la Cierva ha recibido en la última semana diversas amenazas que deben ser tomadas en consideración, ya que si proceden de quien sospechamos, tienen visos de tornarse cumplidas.
Nos interrumpió Don Nicolás, viendo que nuestra conversación alcanzaba tonos algo elevados.
- Don Nicolás, ¿me puede explicar que está sucediendo? ¿Qué es esto de que Violeta está en peligro?- Me dirigí a mi futuro suegro algo exaltado, antes de que ninguno de ellos pudiera intervenir.
- No, hijo, no te alteres, seguramente no es nada, pero tenemos que ser precavidos y cuidar de ella. Estarás de acuerdo conmigo en que eso es prioritario ¿no?
- Sí, por supuesto, Don Nicolás, pero cuénteme de quién provienen las amenazas y su causa, porque no entiendo que nos estemos viendo envueltos en un asunto que me atrevo a tildar de mafiosos. - Le contesté mientras buscaba con la mirada a Violeta. Advertí entonces que no estaba con su hermana y sus primas, ni parecía encontrarse en ninguna otra zona del jardín habilitada para la fiesta. - ¡Don Nicolás! ¡Violeta, no está! - Grité mientras dirigía mis pasos hacia ninguna parte, sólo giraba la cabeza hacia ambos lados tratando de encontrarla con su brillante vestido blanco.
El Sr. Copello, el escolta, salió corriendo e hizo unas señas a dos hombres que se encontraban en la puerta de la Finca y en la puerta principal de nuestra casa. Inmediatamente todos ellos comenzaron a correr mientras la buscaban.
Fui a recorrer las zonas menos iluminadas del jardín, seguido por Don Nicolás, ambos llamándola insistentemente -¡Violeta, Violeta!- Creo que fue entonces cuando se escuchó un grito de mujer que parecía provenir del invernadero. Don Nicolás y yo acudimos a toda prisa, llegamos sin aliento a la calurosa casita de cristal, y allí encontramos a mi querida Violeta tendida en el suelo. Una herida en el vientre dejaba escapar su sangre para teñir de rojo el blanquísimo vestido que lucía esa noche. Escapaba su sangre y escapaba su vida. -¡Violeta!- grité. Me arrodillé junto a ella, tomé su cabeza entre mis manos para posarla sobre mis rodillas, y abrió los ojos, muy lentamente, me miró y sonrió. Su sonrisa desapareció bruscamente cuando vio tras de mí a su padre, sus ojos me pidieron auxilio por unos segundos, entonces su cuello se relajó para siempre, sus ojos se cerraron y su cara se deslizo sobre mi mano, regalándome por ultima vez el suave roce de sus mejillas.
Don Nicolás se comportó desde ese momento de un modo muy extraño, no se arrodilló, no gritó, no lloró, no dijo su nombre; era como si aquella que estaba allí fuera una desconocida para él. Puso su mano sobre mi hombro mientras trataba de consolarme con unas palabras que sonaban vacías de sentimiento. -Vamos, hijo, vamos, ya no podemos hacer nada.-

Cuando llegó la policía yo estaba en el despacho de mi padre, con una única lámpara encendida y dejando que un cigarrillo llenara de humo mis pulmones y empañara mis ojos. Había pedido que me dejaran solo, pero Don Nicolás entró en la habitación para anunciarme que el inspector tenía que hacerme algunas preguntas y que él me acompañaría para que no abusaran de mí en esta lamentable situación, mientras trataba de mostrar una muy mal conseguida cara de lástima. Mi cabeza explotó de pronto, le grité una ráfaga de preguntas -¿Qué ha tenido usted que ver en todo esto? ¿Qué sabe? ¿Quién ha asestado esa mortal puñalada a mi querida Violeta?...- y la que sentenció el fatídico final de aquella noche - … ¿Por qué Violeta ha tenido tanto miedo al verle que antes que mirarle ha preferido irse para siempre?
Don Nicolás se enfureció con esta última pregunta y se lanzó hacia mí tratando de abarcar con sus manos mi cuello. Forcejeamos durante unos segundos, hasta que un fuerte golpe abrió la puerta. Tras ella pude ver al Sr. Copello apuntándonos con una pistola. -¡Alto, Sr. de la Cierva!, ¡suéltele o disparo!- dijo. Don Nicolás aflojó sus manos y pude liberarme. Me alejé de él, mientras el Sr. Copello le pedía que se relajara, que todo había terminado y que no tenía otra salida que entregarse y contar la verdad. Fueron mis últimos segundos los que transcurrieron mientras Don Nicolás sacaba una pistola del bolsillo de su chaqueta, me apuntaba con ella y disparaba la bala certera que atravesó mi corazón. El Sr. Copello había disparado también, pero el proyectil no llegó a impactar a tiempo contra el cuerpo de Don Nicolás para evitar mi muerte.

Yacían nuestros cuerpos sobre la alfombra de aquel despacho mientras el Sr. Copello se deshacía de su falsa identidad de escolta y se presentaba ante mis padres como el detective privado José Manuel Berganza. Comenzó a explicarles lo sucedido. No existían tales amenazas, las inventó Don Nicolás para enmascarar el asesinato premeditado de su hija, y el mío. Resultó que en el invernadero el esbirro de Don Nicolás no sólo acabó con mi Violeta, sino también con el niño que llevaba dentro, el niño que Don Nicolás no podía permitir que nadie conociera; prefería ver a su hija muerta antes que soportar la lacra de tener un nieto concebido en pecado, antes de que nadie hablara mal de su familia y tomara a Violeta por una fulana descarriada. Supongo que también había pensado en acabar conmigo, que no provoqué mi propia muerte al acusarle, pero eso ahora qué mas da. Esa noche de 1930 nos fuimos los tres, Violeta, nuestro hijo y yo.

Imagen: Retrato masculino inacabado, 1928. Tamara de Lempicka

9 comentarios

AZUL de Blancos -

Viento Nocturno, siento haberte hecho eso; recupera las palabras prontito. Gracias y un beso.
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Mirada, espero haberte al menos entretenido un ratito. Un beso.
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Lluvia, me alegra saber que has entrado en el relato. Un beso.
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Trini, muchas gracias porl los ánimos, pero creo que una novela me llevaría muuucho, pero que muuucho tiempo. Lo pensaré, gracias.
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mICrO ja, ja, sí, ése inicio también habría estado bien, pero es que D. Jaime de Alvear y Escalada se empeñó en empezar así, ¡qué le voy a hacer yo!
Un beso.
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Sr. Candelabro, tápese, que va a coger frío ;)
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Magda, me alegro que te haya gustado. Seguiré con las aventuras de este detective privado en proximas entregas.
Un beso
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Debo, no es triste, mujer, sólo pretendía entretener un ratito y dejarme disfrutar escribiéndolo. Un beso.

debo!! -

hola niñaaa, joo que lindo.. epro que trsite, me ha gustado mucho(K)

gracias!

Magda -

Un buen relato Azul, atrapa. Felicidades.

Sr. Candelabro -

Muy buen estilo. Me descubro ante ti.

Croc.

mICrO -

Que interesante relato, que bien escribes, me ha encantado.

Aunque me gustaria un inicio al estilo de "memorias desde la tumba"...

Cuando esten leyendo esto, yo estare muerto

Saludos

Trini -

Muy bonito tu relato, podrías hacer una novela y editarla tienes una magnifica imaginación.
Un beso

LLuvia -

Muy interesante y triste Azul...me envolvió esa historia...gracias y buen día.

mirada -

Increible.. que imaginación.
Muy buena... Gracias Azul ;-)

Viento Nocturno -

Muy bueno. Me dejó sin palabras y con un nudo en la garganta. Gracias