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Una noche de sábado

Una noche de sábado El trabajo me trajo a Barcelona ayer por la noche. Podía haberme unido a algunos de mis compañeros que ya llevaban aquí todo el día y disfrutar de unas copas en la noche de esta fantástica ciudad. Pero no podía, tenía una cita. Una cita conmigo.

Sí, porque no me suelo dedicar mucho tiempo a mí misma y ya me notaba que me tenía un poco abandonada. De modo que, después de cenar algo rapidito en la cafetería del hotel acompañada por “El diario de una abuela de verano” de Rosa Regás, me subí a la habitación, abrí el grifo de la bañera con agua muy caliente y vacié el botecito de gel con aroma de “agua de rocío” de V&L. Me serví una copa de vino (nunca gasto nada del minibar, pero ayer me dí el capricho, era una cita especial), y con ella y el mp3 cargado con las Cuatro Estaciones de Vivaldi, me encontré conmigo misma donde había quedado, entre las burbujas del baño.
Coloqué una toalla a modo de almohada en el borde de la bañera, reposé la cabeza y me estiré, hasta que mis pies tocaron el otro extremo (esta bañera está hecha a mi medida, igual me la llevo a casa en lugar de los jaboncitos y botecitos que ponen sabiendo que acabarán en el neceser del visitante).

Empezó a sonar el allegro de la primavera mientras mi respiración iba haciéndose más profunda y pausada, cerré los ojos y recordé la primera vez que estuve en la Rosaleda del Retiro, con la explosión de rojos y de aromas y el baile incesante de abejorros, abejas, mariposas y otros insectos ávidos de néctar. Entre todas esas rosas y sintiendo el cosquilleo de las burbujas en mi piel, disfruté del resto de la estación, el pianissimo sempre y la Danza Pastorale.

Todos mis músculos se habían rendido y sentía cómo la temperatura del agua había hecho bajar mi tensión hasta dejarme en un estado de absoluta relajación. Empezó a sonar el verano, el primer movimiento es el allegro non molto. Sigo con los ojos cerrados y ahora mucha sensación de calor, me apetecería estar paseando por la playa de noche, descalza, con las olas debilitadas alcanzando mis pies y refrescándome desde los tobillos, bajo un inmenso cielo estrellado, alegrándome con cada estrella fugaz que mis ojos son capaces de atrapar, y recibiendo en mi cara la caricia de la brisa húmeda y salada. Comienza el adagio presto del verano y continúo paseando sobre la arena, con algunas olas batiendo ahora más enérgicamente, cuando el adagio desaparece y sólo queda el presto, van cayendo gotas de lluvia sobre la playa, que se van haciendo más frecuentes y grandes, como en las caprichosas tormentas de verano cayendo sobre mí y resonando sobre el mar.

Llega el allegro del otoño y esa playa se ha convertido en la alameda que recorre el camino del río Dulce, cerca de Sigüenza, en Guadalajara, todo un espectáculo en esta estación del año. Mis pies juegan a remover las crujientes hojas caídas al suelo, es como andar sobre un colchón sobre el que avanzo entre ocres, amarillos y pardos y en el que no puedo dejar huella. Le toca el turno al adagio de otoño y veo ya el sol poniéndose al fondo del cañón, haciendo más intensa la paleta de colores que el cauce del río ha trazado entre las rocosas paredes que lo esconden. Las yemas de mis dedos habían empezado a arrugarse, iba llegando el final del baño.

El allegro non molto del invierno me avisó de que el agua se iba enfriando y me sumergí un poquito más en ella para cubrirme todo lo posible, como si fuera una cálida manta. Me encuentro subiendo a la laguna de Peñalara con una fría ventisca que me azota en los pocos centímetros de piel que he dejado expuesta, el paisaje es totalmente blanco y no alcanzo a ver más allá de tres metros de mí, pero estoy disfrutando, subo la pronunciada cuesta sin esfuerzo, mi cuerpo no pesa, sólo lucho contra el empuje del aire que se empeña en no dejarme avanzar. Cuando llega el movimiento largo ya he llegado arriba, la ventisca va cesando y las nubes se abren para dejar paso al sol de invierno, que ilumina las maravillosas vistas y juega con las rachas de viento a calentar y enfriar mi cara ya descubierta mientras suena el allegro.

Había pasado una hora y el agua ya se había enfriado demasiado, me quité los auriculares, apuré el vino y salí de la bañera. Sentí que de nuevo la gravedad hacía efecto sobre mi cuerpo, que ya no me envolvía la espuma y que la humedad en mi piel me producía frío, de modo que me cubrí con el albornoz y permanecí así, quieta unos minutos, como en los últimos minutos de una cita se espera un beso.

Fue una fantástica velada, hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien conmigo misma. He dormido de un tirón y hoy me he levantado como nueva, me espera un largo día de intenso trabajo que va a requerir toda mi atención y mi paciencia. Creo que estoy preparada.

Imagen: La Scapilata, Leonardo da Vinci

13 comentarios

Laura -

Yo el sábado... una ducha rápida antes de salir.
Pero gracias a ti y a tu forma tan detallista de describir, hoy, lunes, también me he dado un baño de espuma en un hotel, totalmente relajada y disfrutando con cada movimiento. En serio, ha sido como vivirlo contigo.
Eso sí, sin perturbar la tranquilidad de la que disfrutaste, eh?

AZUL de Blancos -

bikerin,
bueno, hay momentos para todo, el sábado estuvo bien, pero ésta compañía no es siempre la que más se agradece ;-)
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Verzobias,
la del baño, el móvil apagado, y la del vino ;-)
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Jacaranda,
¡pues anda que tú a mí! ¡yo también tengo ese cuadro en el dormitorio, por eso lo colgué en este post en el que dormía fuera de casa. ¡qué coincidencia!
Un beso.
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Wally Week,
me voy a poner colorada ¡uy!, ¡pero si ya me he puesto! ;-)

jacaranda -

¡Me has dejado de una pieza! Ese cuadro de da Vinci lo tengo colgado en mi habitación y Vivaldi suena ahora mismo, mientras te leía... Lo único malo: que yo ayer me quedé con las ganas de darme ese baño... No me cuido mucho últimamente...

Un besazo desde el bosque!

Verzobias -

Que envidia. Hace tiempo que no tengo yo una velada asi conmigo mismo. aunque no me quejo.
LAs cuatro estaciones me encantan, me vigorizan, me dan energia y a la vez me relajan. Aunque no me evocan las mismas imágenes que a ti. Pero claro, tú contabas con la ventaja del baño ;-P

nos leemos

bikerin -

Perfecto.
¿qué mejor velada que una con Vivaldi y con la compañía que más se agradece... que es la de tus propios pensamientos?
Un abrazo muy fuerte, Azul

lehahiah -

A veces una velada con uno mismo es tan necesaria...

Me alegro de que disfrutaras tu momento a solas ;)

Un besote y... gracias por tus palabras Azul.

AZUL de Blancos -

Toshiro,
y que tus deseos no dejen nunca de cumplirse :)
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Trini,
echa a todo el mundo de casa, pon el cerrojo y .... a disfrutar :)
(bueno, luego puedes volver a dejarlos entrar, pobrecitos)
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Pitijopo,
vaaaaale, te obedeceréeeee ;)
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Espíritu,
bienviendo/a, pasaré a visitarte
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Juanito,
no, sin velas, y eso que lo pensé ¡¡joé, en un hotel tan chulo, con un montón de detalles, y sin velas!!
Igual es por seguridad, que luego pasa como con el windsor, y yo no quiero que un videoaficionado me saque desde su casa mientras estoy en un edificio en llamas, que no soy nada fotogénica ;)
Me faltaron entonces las velas, el galanzote (me imagino un Pierce Brosnan) y ese turbio final que dejas en puntos suspensivos ¡y yo que creí que había sido una gran velada!

Juanito -

Hola Azul.
Magnifica velada contigo misma. ¿Pusiste velas?... en las pelis siempre lo hacen... y se ven en primer plano justo antes de que aparezca el galán de turno, to elegante y atractivo, con la pajarita desanudada, cabello brillante y afeitado de wilkinson 4, llevando dos copas bocabajo en una mano y una botella en la otra. Lo que se ve después siempre es el agua rebosando de la bañera (pero el grifo cerrado ¿eh?...
...No sé, no sé. Que me dá que no nos has contado la versión integra...(jeje).
Mua.

espiritu -

www.blogs.ya.com/micamino

pitijopo -

Que suerte...no desaproveches esas oportunidaddes! Besos

Trini -

Chica que envidia ojalá yo tuviese una oportunidad así y hoy sería un buen día...

Besos y sigue disfrutando

toshiro -

Qué tus veladas siempre tengan razones para hacerte feliz.
Saludos